domingo, 8 de febrero de 2009

ANUNCIACIÓN

La daga que ha de matarme será de doble filo y tendrá inscrito tu nombre en la empuñadura. Sucederá en el despertar de un grito que emerja de la entraña de un martes olvidado. El gigante ofendido segará al otoño y un niño vagará descalzo sobre las cenizas encendidas de mi nombre. En la orfandad que causa tu presencia ausente me asalta el perturbado sueño de un final sangriento que no llega, se retrasa, se posterga… Y cae la noche en pausas aletargadas para dar paso a un nuevo día ensombrecido por la duda y el desconcierto. Así, el destino se envilece y la muerte es una larga espera.
Guillermo Berrones

miércoles, 4 de febrero de 2009

CELEBRACIÓN

Perdón por la nostalgia, pero hoy cumple años papá. Setenta. Le llamé a las seis de la mañana y se lo oía alegre. Tenía música huasteca en su estéreo y me invitó a comer cabrito el sábado siguiente en su honor. Sigue aferrado a esa tierra semiárida y polvosa de la frontera. Vino del sur cargado de recuerdos y encontró lo suyo entre los migrantes que van y vienen al país de los sueños. Y no piensa volver a sus raíces. “Cómo regresar y dejar a mi hija sepultada en la soledad de un suelo ardiente y vaporoso, sediento –dice recordando a la Borrada-; mejor aquí me quedo”. Mi pobre padre, tan abandonado en esa geografía donde nunca pasa nada, solo el día y la noche se suceden en su rutina penitente de recuerdos y olvidos. También espero que en sus años encuentre la sabiduría de los hombres que saben vivir eternamente.
Guillermo Berrones

MALDICIÓN

Una mosca ha entrado en mi boca. Es la misma que estuvo parada en la pared y luego en el violín de don Pedro Mier, vestida de corset. Me persiguió hasta San José del Bajío y se posó en el vaso desechable donde me prepararon un brandy con refresco de Cola. Qué ironía, cubatas en la tierra del tequila. Vino la lluvia y una granizada perforó el toldo que nos impedía mirar el cielo borrascoso de Jalisco. Había granadas y nísperos en aquel patio donde celebraban la jubilación de una prima olvidada hace treinta años, quien decidió apoltronar su destino en aquellas tierras. La mosca entró a mi boca en un trago de vino, chocó en el paladar, tocó alarmada la campanilla y una contracción esofágica deglutó aquellas alas entumidas. Se cumplió la maldición: debí mantener cerrada la boca.
Guillermo Berrones