Un día beberé el vino de mi sangre y derramaré vinagre en la herida que me dejas.
Saldré a la calle y el calor azotará mis sienes perforadas y lo que digas, todo lo que digas, saldrá sobrando.
Te preguntarán qué ha sucedido y confesarás que fuiste infiel al sueño, a la estúpida razón de los enamorados.
Dirás que tu abuelo tiene las orejas grandes y exageró al vivir cien años, al tiempo que enrollas los recuerdos para tapar la salida de un suspiro, el último suspiro de la vida.
No intentarás volver a verme porque sólo los tercos son tenaces y tú estás por encima de toda concupiscencia ruin.
Tendrás frente a ti una hoja en blanco; y tu mano, también blanca, irá trazando mi epitafio, el que siempre repetías después de hacer el amor en esos hoteles tan baratos.
Será un lunes, o tal vez un martes, nunca otro día, en el puente de mis horas francas, oliendo el café con leche de mi boca, cuando te despidas de mi sombra.
Un camino de luz te llevará cantando a otros brazos, a otras sábanas tersas mientras mi rostro es abatido por las flores del funeral que nunca quise.
A veces se pierde la fe y un arrebato de locura nos obliga a desconectar todo vínculo con la naturaleza de origen. La inmolación adquiere, entonces, sentido de purificación. OREJAS DE BURRO tuvo una época, un ciclo y un amor interrumpido a la palabra. Hoy renace, en la terquedad, el sueño y la esperanza, gracias a la flaca voluntad de una razón en la conciencia, que salva a las OREJAS del naufragio.
domingo, 25 de abril de 2010
domingo, 4 de abril de 2010
MARTIROLOGIO
Cavilaba entre sus ruinas
en la basura de los desaciertos
esperando encontrar
un signo de reconciliación
con el destino de sus últimos
veinte años de naufragio
y tropezó con una lata de cerveza vacía
que le recordó a su padre muerto.
También había un Cristo enmohecido
desprendido de su cruz.
En el patético rostro
de una muñeca calva
dejó caer la última luz de su mirada
antes de rendirse al silencio
a la soledad
al abandono.
El vacío había inundado
sus bolsillos
y la desolación de lo que alguien
le dijo era el sentimiento
del amor
debilitó la escasa fuerza
de su voluntad mermada.
en la basura de los desaciertos
esperando encontrar
un signo de reconciliación
con el destino de sus últimos
veinte años de naufragio
y tropezó con una lata de cerveza vacía
que le recordó a su padre muerto.
También había un Cristo enmohecido
desprendido de su cruz.
En el patético rostro
de una muñeca calva
dejó caer la última luz de su mirada
antes de rendirse al silencio
a la soledad
al abandono.
El vacío había inundado
sus bolsillos
y la desolación de lo que alguien
le dijo era el sentimiento
del amor
debilitó la escasa fuerza
de su voluntad mermada.
SUICIDIO
Sólo basta un puñal
un disparo
o la tensión de una cuerda
para escapar de esta prisión
de las emociones.
un disparo
o la tensión de una cuerda
para escapar de esta prisión
de las emociones.
VISIÓN
Hoy vi a un hombre
llamar a misa,
tocaba la campana
con una piedra.
Hoy escuché a una mujer indígena
llamar al hombre
por sus actos.
Hoy me dolió el pecho
igual que ayer
las campanadas de la vida tañen
el dolor fecundo
del último trago
que beberé contigo.
Tengo sueño
empiezo a morir
y puede que no amanezca de nuevo.
llamar a misa,
tocaba la campana
con una piedra.
Hoy escuché a una mujer indígena
llamar al hombre
por sus actos.
Hoy me dolió el pecho
igual que ayer
las campanadas de la vida tañen
el dolor fecundo
del último trago
que beberé contigo.
Tengo sueño
empiezo a morir
y puede que no amanezca de nuevo.
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